sábado, 7 de mayo de 2011

EL AMOR Y OTRAS COSAS IMPOSIBLES


Aunque El amor y otras cosas imposibles pueda parecer otras más de esas comedias románticas a las que estamos acostumbrados, dista mucho de serlo. Al principio creí que me encontraría con una película rápida y sencilla del tipo de Sin Compromiso o algo así. No sé, tal vez una comedia en la que el amor surge entre una joven y un hombre casado que con un hijo, y éste último se ve envuelto en los tejemanejes de ambos. Pero qué equivocado estaba yo... Y es que este film de Don Roos es un drama puro y duro. No tiene ese trasfondo romántico que podría edulcorar ligeramente el drama (y si lo hace, es solo al final). Como digo, el título no hace referencia a lo que esconde el argumento, de manera que si lo que esperáis es algo para pasar una tarde entretenida, no sigáis leyendo.

Emilia Greenleaf (Natalie Portman) es una hermosa joven que se enamora de su jefe, Jack (Scott Cohen), un hombre casado con Carolyn (Lisa Kudrow) y padre de William (Charlie Tahan). Jack deja a su esposa para irse con Emilia y su hijo, entre otras cosas, porque Emilia se ha quedado embarazada. Ambos inician una bonita historia que se truncará cuando Isabel, el bebé que esperaban, muere repentinamente a los tres días de su nacimiento. A partir de ahí Emilia vivirá en un mundo en el que tendrá que lidiar con el dolor que le dejó su hija; con su marido; con el hijo de éste, al que le cuesta mucho aguantar y soportar, y con la ex mujer de Jack. A esto hay que añadir la difícil relación que la protagonista guarda con su padre. Como para no ser un drama esta película...

Lo cierto es que el patrón es sencillo. ¿Cómo puede una mujer con tanto dolor dentro soportar una vida cargada de tantas emociones? ¿Cómo se supera una pérdida tan dura? Lo que es innegable es que Natalie Portman se ha vuelto a apuntar otro tanto, y uno de los buenos. Tiene la cualidad de comerse la pantalla. La vulnerabilidad de su rostro hace que te creas mucho más al personaje, que sientas empatía y que incluso te emociones más. Necesitas ir a rescatarla. Esta es sin duda la mayor cualidad de esta preciosidad. Ya lo hizo en Cisne Negro o en Closer. Y que lo siga haciendo por mucho tiempo, porque a mí ya me tiene ganado.

Pero volviendo al tema central, la película, que está basada en la novela homónima de Ayelet Waldman, trata sobre la vida, la muerte y la familia. Era necesario hacer que el espectador sintiera pena, conmoverlo, emocionarlo... ¿Cómo? ¿Puede haber algo más duro que ver morir a un bebé del que solo te muestran unas enternecedoras imágenes en las que sale sonriendo? Pues lo veo difícil ya que éste no es un tema como el divorcio, por ejemplo, en el que cada uno puede tener su punto de vista. No. La muerte, y más la de un bebé tiene que darte pena, y si no es así, eres un monstruo. Por otro lado se muestra a una mujer que tiene que seguir peleando por su matrimonio, y por el hijo de su pareja, a la que por cierto, no aguanta. Si a esto se le suma la constante murga que da Phoebe de Friends (es que siempre será Phoebe, lo siento), lo raro es no preguntarse por qué a Natalie no le da por tirarse desde el Golden Gate.

Remarcable también el papel de los dos actores principales de la película. Por un lado, el niño. Da la impresión de que solo transmite un fuerte toque de repelentismo (no sé si el término existe), pero es obvio que es la columna vertebral sobre la que se sostienen el resto de los personajes. Lo hace con sencillez y mucha emotividad. Un punto para él. Y por otro lado está Scott Cohen, cuyo papel se basa en un hombre que parece que todo lo lleva bien, pero que en el fondo no puede más. Un personaje que está acostumbrado, por su profesión, a cargar sobre sus hombros grandes responsabilidades, pero que gracias a Emilia, su hijo, la pérdida de su hija y su ex mujer, acabarán por derrumbarlo. Bravo.

Pues eso, que una bonita historia con un guion muy lento pero ágil a la vez, en el que imperan los diálogos cortos pero directos. Una película muy dramática con unas interpretaciones extraordinarias. Debo decir que si no fuese porque esta película se rodó en 2009, hubiese creído que se le hacía un guiño a Cisne Negro en la secuencia en que están patinando sobre hielo en Central Park y suena de fondo El lago de los cisnes. Una sonrisa que me salió como a un bobo oye. Y ya ni os cuento cuando se nombró de manera puntual mi película favorita. ¿No sabéis cual es? Pues ale, todo el mundo a ver El amor y otras cosas imposibles.

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