La diferencia primordial de esta película es que no es una mera adaptación del ya nombrado ballet, sino una idea creada, elaborada y dirigida por el señor Darren Aronofsky. Un genio. Creador de otros títulos como Requiem por un sueño o la aclamada El luchador que devolvió a Mickey Rourke a la gran pantalla el año pasado, Aronofsky es uno de esos tipos que saben hacer cine. Secuencias rodadas con cámara en mano, miradas inquietantes, psicología por los cuatro costados, una banda sonora espectacular y la interpretación de una maravillosa Natalie Portman han hecho de Cisne Negro una de las mejores películas que yo he visto en toda mi vida.
Lo cierto es que he llegado al cine nervioso, no porque tuviera alguna duda de si lo que iba a ver me iba a gustar o no, no. Eran nervios de esos que aparecen cuando eres consciente de que vas a vivir un momento único, brillante, inolvidable. Y así ha sido. No he comprado ni palomitas, solo algo de bebida por si me entraba sed. Y ni eso. Me he sentado en la butaca, he apagado el teléfono móvil (porque no quería ni sentir la vibración en la pierna) y he dejado que una buena sesión de cine me hiciese emocionar. Tal vez sea porque soy un amante del séptimo arte, o simplemente porque soy un apasionado de acudir religiosamente a las salas de cine todas las semanas, pero soy de los que cree que no es lo mismo ver un filme en una sala que tumbado en el sofá de casa. Vale, es mucho más barato, pero no es lo mismo.

Por supuesto, también hay que resaltar el fabuloso trabajo de interpretación por parte de los actores y actrices principales. La ya nombrada Portman, a quien espero que le den el Oscar, Vincent Cassel y Mila Kunis. Entre Portman y Kunis podemos observar una relación muy estrecha que en ocasiones roza la sexualidad más que la sensualidad. Son la cara y la cruz, la timidez y la lujuria, el cisne blanco y el cisne negro. Y por otro lado está Cassel, el mentor, el hombre que quiere enseñarle a la dulce y delicada protagonista que en la vida, si uno quiere ser perfecto no debe únicamente tener el control, sino que también debe aprender a perderlo. Todo ello para lograr que Nina (Portman) saque el lado oscuro que lleva dentro y pueda así interpretar mejor al cisne negro que lleva dentro.
La única persona en tu camino eres tú. Es hora de dejarla ir. Piérdete.
Al final, todo se resuelve en quince minutos de climax que, por lo menos a mí, no se me olvidarán nunca. Bravo por lo tanto por Aronofsky, bravo por Mansell y bravo por Natalie Portman. Solo espero que en la próxima gala de los Oscar, que se celebrará el próximo domingo 27 de febrero, la Academia se acuerde esta película en todos los aspectos porque, a pesar de la enorme calidad de las películas de este año, Aronofsky se lo merece mucho más simplemente por haber creado una obra maestra como ha sido Cisne Negro.
Lo sentí, fue perfecto. Fui perfecta.
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