Hoy tocaba noche de peli y palomitas en el hogar. Al principio pensaba que no tenía nuevas películas en la memoria externa, pero para mi sorpresa, mi buen hermano ya se había descargado La Red Social, asique la he vuelto a ver por segunda vez.
El primer pensamiento que pasó por mi cabeza cuando supe que David Fincher iba a hacer esta película fue que si el director de películas de culto como Seven, El club de la lucha o El curioso caso de Benjamin Button iba a invertir su tiempo en crear un largometraje sobre los orígenes de Facebook, es porque esta red social es algo más de lo que aparenta.
En mi opinión, el filme no trata tanto sobre su creador Mark
Zuckerberg, interpretado por Jesse Eisenberg, sino de cómo entender lo que es y lo que supone la ambición. Por eso creo Fincher no centró la atención del filme en saber quién es ese nerd, un tanto antisocial y extremadamente inteligente que se convierte en el multimillonario más joven de la historia, sino en el proceso de cómo Facebook se ha convertido en la plataforma que hoy cuenta con 500 millones de usuarios y en la lucha legal entre Zuckerberg y el co-creador de FB y ex amigo, Eduardo Saverin.
Si algo me ha gustado ha sido la forma de contar esta historia de amistad y codicia. Los flashbacks son siempre un recurso más que acertado. Consiguen que te metas absolutamente en la película.
El trabajo de Jesse Eisenberg interpretando a Zuckerberg se merece, y aunque muchos digan lo contrario, una gran aplauso. Para mí ha cumplido todas las expectativas que tenía sobre cómo es realmente el creador de Facebook. Andre Garfield como Saverin no me termina de hacer gracia. Es como un pan sin sal. Por supuesto no tengo nada malo que decir de Justin Timberlake como Sean Parker, el creador de Napster. Sinceramente, Timberlake me ha sorprendido gratamente en cada una de las películas que ha hecho, como por ejemplo con su papel en Alpha Dog. Es una muestra de que algunos, pocos, cantantes pueden también actuar. Estoy muy segura de que una de las claves del éxito de La red social es su reparto.
Aunque puede haber momentos en los que puedes perderte entre tanta terminología de Internet y programación, los diálogos conllevan una criticas social bastante interesante. Otro punto más y este va para el guionista Aaron Sorkin.
El argumento está dosificado a la perfección a lo largo de los 120 minutos y el ritmo de filme no decae, aunque, quizá, el final sabe a poco a pesar de estar lleno de emoción. En definitiva, por la interpretación, por el guion y por todo lo bueno de esta película, que es mucho, un aplauso bien merecido.
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